Los examinandos del Conservatorio acometen una pieza de Chopin, uno tras otro, en busca del premio del jurado y el reconocimiento del público. Lo extraordinario toma lugar al final de la velada, cuando el piano acomete con la mayor armonía posible la ejecución de la pieza, sin manos que lo toquen. Ante la atónita mirada de todos, el piano continuará con su bello arte incluso una vez deshecho en piezas.
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