Jack el destripador visita España
Parece innecesaria la presentación de Jack el Destripador, asesino en serie de al menos cinco mujeres en el Whitechapel londinense de . Del pánico generado en Londres se hizo eco la prensa española desde el primer momento. En ya puede seguirse la evolución del caso leyendo diarios como La Época, La Iberia, El País o La Dinastía. Ya lo llamasen en sus páginas Jack o Juan, destripador o ripper, los periodistas españoles informaron con tal interés que pronto consiguieron que el pánico inglés fuese inmigrante en Galicia o Huelva. Así lo hacía saber el diario La Unión Católica en su número del :
A semejanza de lo ocurrido en la Coruña, donde hace pocos días se daba por segura la presencia de Jack, el destripador, ha comenzado a circular en Orense la misma especie, particularmente entre las domésticas, que al entrar la noche ya no se atreven a salir a la calle por miedo de tener un encuentro con el feroz asesino.
Y no es solo en Orense, sino que también se ha extendido, como contagio, la extraña monomanía a Huelva, donde se añade que el famoso Jack mata a las mujeres para comerse los riñones, a los que, por lo visto, es en extremo aficionado.
Tras su lectura, uno bien podría pensar que se trata de un chascarrillo cómico de alguna sección de periódico satírico. Para nada; esta noticia se encuentra publicada en la sección de provincias de un diario católico y serio, entre la del hallazgo de un sepulcro romano en Montilla y la del ingreso en prisión de un jefe del ejército en Santoña.
No obstante, la estancia del destripador en tierras españolas no debió durar demasiado, pues en , aunque ya no canónico, estaba de vuelta en Londres, como hizo saber, entre muchos otros, La Ilustración española y americana. También se le ubica en su ciudad natal en y de este año, días en que volvió a ser noticia en La Iberia, El Imparcial o La Época, donde se da cuenta detallada de hasta nueve posibles víctimas.
Ahora bien, debía de ser tan esperado su retorno, que hacia el , ya se le hacía otra vez por nuestras calles, concretamente en el barrio madrileño de Lavapiés. La Dinastía nos pone en antecedentes:
El origen de semenjante pánico no puede ser más extraño ni más absurdo; no se sabe de dónde ha salido el rumor ni quién ha dado la noticia, pero en los barrios bajos corre como seguro que el destripador londinense se ha trasladado a esta corte y vive por aquellas calles. Mas la cosa ha variado de aspecto al traducirse al castellano, y según las comadres de Lavapiés el famoso e incógnito asesino al avecindarse en Madrid ha variado algo su profesión y refinado sus gustos, y ya no se contenta con abrir el vientre a las mujeres, sino que se dedica a degollar niños.
Los siguientes días, los rumores, en lugar de palidecer, iban en aumento. Su culmen puede fecharse el , pues pareció que, por unas horas, de hecho estaba Jack de nuevo en España y que una pareja de la Guardia Civil lo escoltaba por el paseo de los Ocho Hilos, en Madrid. Así lo registró La Iberia, con gran lujo de detalles y cierta sorna, en su noticia titulada "El destripador cogido".
El caso es que un individuo llamado Carmelo Rodríguez Viso, de cincuenta y cuatro años de edad, soltero y natural de Gomesende (Orense) se dirigía ayer mañana a Madrid desde el barrio de las Injurias, cuando al llegar al Puente de Toledo se encontró con una niña de la vecindad, que le preguntó:
—¿Adónde va usted?
—Pues a Madrid, ¿quieres venir?
La niña contestó negativamente, y las cosas no hubieran pasado de ahí sin la intervención de un amiguito de la niña, llamado Cecilio Navas, de nueve años, que al verla hablando con un desconocido empezó a dar gritos diciendo que el destripador se la quería llevar.
Al niño lo escuchó un carretero, al carretero lo escuchó la Guardia Civil y, a alguno que por ahí andaba, lo escuchó toda la vecindad con tal fe que, cuando andaban todos los implicados hacia la prevención de la plaza de los Carros, fueron rodeados y perseguidos por 2.000 almas. Las mujeres reclamaban a gritos al individuo, pues se sentían ávidas de impartir justicia. Apartadas a culatazos por la benemérita pareja, decidieron emprenderla con el preso a escobazos. Incluso estando ya en la caseta de prevención hubo conatos de asalto por parte de la masa. Especial mención merece, ya que estamos, el encuentro del supuesto destripador con el Sr. Aguilera, gobernador civil, al que precisamente tenía que recriminar ciertos asuntos.
En cuanto Jack el destripador vio al Sr. Aguilera exclamó con voz doliente:
—Usted tiene la culpa de lo que me pasa: si me hubiera usted dado la comisión que le pedí, me hubiera marchado hace tiempo y no me vería ahora en esta situación.
En resumidas cuentas, hicieron falta todas las fuerzas de la policía de las prevenciones próximas y seis parejas de la Guardia Civil para dispersar a la encabritada multitud. Una vez conseguido, con gran discreción, fueron llevados el supuesto destripador y el chico ante el juez, que les tomó declaración y los puso inmediatamente en libertad. No obstante, a pesar de que el conflicto ya se había solucionado, la gente volvió a amontonarse por la tarde en la plaza para ver salir al asesino. A medianoche, desistieron malhumorados.
Desde las cinco de la tarde volvieron a formarse grupos en la plaza de los Carros y en la Puerta de Moros; se hacían numerosos comentarios sobre los terribles sucesos del día, y creyéndose cada uno de los presentes una víctima salvada por milagro de la ferocidad del galleguito Jack.
La existencia de esta pequeña anécdota noticiosa, que tuvo sus ecos en numerosos diarios los días siguientes, pone de manifiesto cómo era posible ya, en los años ochenta del siglo XIX, pasar de perfecto anónimo a imperfecto conocido en un solo minuto de gloria. Rondando esta idea destaca el tratamiento que hace de la noticia F. Jiménez Moya, el , en el semanario festivo Madrid alegre:
Nadie puede estar seguro de no llegar a ser un personaje célebre, ni menos puede calcular los medios que la suerte empleará para sacarle del montón anónimo, los cuales medios algunas veces suelen ser bastante extraños.
[…]
No ha sido pequeño el susto pasado por el pobre hombre; pero, en cambio, ya está por ahí, de redacción en redacción, contando toda su vida y milagros, y durante algún tiempo tendrá el gusto de ver que se ocupan los periódicos en participar al público de qué número calza las botas o las alpargatas, de qué color gasta los calcetines, y de si estos son naturales o artificiales.
Y ahí tienen ustedes convertido en hombre célebre a D. Carmelo Rodríguez Viso, excriado del príncipe de Galitzia, examigo del emperador de Rusia, exportero del palacio de nuestros reyes y gallego de nación.
[…]
Por ahora pueden estar seguros de que Jack the ripper no se acuerda para nada de nosotros y sigue dando la preferencia para hacer sus operaciones quirúrgicas gratis, a las mujeres de vida libre del barrio de Whitechappel [sic].
Ambos artículos subrayan que es el propio relato de la historia el que pone de manifiesto lo absurdo de tales manías entre las clases bajas. Pero es en el semanario satírico, más que en el diario liberal, en el que se percibe cierta perspectiva que pone al descubierto el funcionamiento de sus redacciones. Resulta interesante echar un ojo a la edición de La Iberia del , la que andaba ese día de mano en mano, y toparse con la noticia "La señora de Jack". En ella se da cuenta de un caso similar al anterior: una mujer de treinta años llama a una niña, que se asusta y comienza a correr. La mujer, pensando que era conocida, le alcanza, pero como en realidad era desconocida, la niña sigue gritando y en su auxilio acude un guardia municipal. La mujer quedó presa esa noche, sospechosa de ser destripadora de niños. Interesante comprobar cómo en esta ocasión, el periodista, en lugar de mitigar el rumor, decidió alimentarlo con su tono de ambigüedad:
Ha adquirido ya extraordinario desarrollo la creencia de que está en Madrid el famoso Jack el destripador, o un discípulo suyo.
Entre la gente del pueblo circulan sin cesar fábulas que ponen los pelos de punta, y cuya comprobación es muy difícil.
Pero ayer ocurrió un hecho que servirá para que aumente la preocupación que domina en los barrios bajos.
[…]
La mujer quedó en la prevención detenida, según se nos dice, y el suceso ha sido la comidilla de todas las gentes del barrio, que se entregaron ayer a toda clase de comentarios y exageraciones.
¿Qué habrá en todo esto?
Bueno sería averiguar a qué clase de vida está dedicada Francisca Gómez.
Volviendo al verdadero Jack, encontramos que siguió apareciendo en la prensa española durante , ya sea con nuevos supuestos crímenes, nuevas presuntas detenciones, nuevas presuntas cartas, nuevos presuntos testigos y, en definitiva, diversas síntesis de un caso criminal que ya no daba tanto que hablar, pero seguía sin resolverse. Y si bien el y la prensa española al completo comentaba el retorno del «monstruo sin forma a quien se ha dado convencionalmente el nombre de Jack el destripador» {así lo decía el día La Ilustración española y americana} y no paró de hacerlo con regularidad hasta , no volvemos a encontrarnos con Jack en su papel de huésped. Bien es cierto que quizás se permitiese alguna que otra visitilla para nosotros indocumentada, pero desde entonces ya sólo lo encontramos en los periódicos como mero recuerdo o mención obligada por cada nuevo asesino llamativo y sensacional que fuese apareciendo.
En definitiva, se observa que las visitas de Jack el destripador a España fueron cuantiosas, mas no dejaron derramamiento de sangre. Habremos de suponer que los ingleses, cuando vienen de visita a España, suelen estar de vacaciones.