Ganso y Pulpo

El Periódico para Todos

Introducción

El semanario ilustrado El periódico para todos, subtitulado «Novelas, viajes, literatura, historia, causas célebres, etc., etc.» {desde 1880 se subtituló «Ilustración popular»}, salió por primera vez de imprenta en abril de 1872, continuando su producción durante más de 11 años, hasta su cierre en diciembre de 1883.

Según Cazzottes [1981:VIII], si bien puede emparentarse onomásticamente esta publicación con La lectura para todos {1859-1861}, más parece deber al francés Le journal pur tous {1855-1878}. Además del título, esta publicación periódica francesa parece servirle como modelo formal {16 páginas, 177 × 191 mm, inclusión de 4 ilustraciones} y editorial {cuentos y novelas de los mejores folletinistas, economía doméstica, misceláneas y variedades}. La única diferencia sustancial entre ambos radica en que el periódico español excluyó cualquier contenido de procedencia extranjera.

La idea original de la publicación se atribuye a Manuel Fernández y González, siendo celebrada, secundada y potenciada por otros dos grandes folletinistas amigos suyos: Torcuato Tárrago y Mateos y Ramón Ortega y Frías. Estos encomendaron su edición al madrileño Jesús Gracia {editor también de La carcajada, de Eduardo Lustonó; así como de varios almanaques y novelas}.

La impresión, por su parte, fue cambiando de máquinas cada tanto tiempo. El itinerario es el siguiente: Imprenta Manuel Martínez {1872-1873 [nº13]}, Imprenta Pedro Nolasco Soler {1873 [nº14-43]}, Imprenta Manuel Minuesa {1873 [nº44] - 1876 [nº49]}, Tipografía J.C. Conde y Compañía {1876 [nº50] - 1878 [nº52]} y Tipografía M.P. Montoya y Compañía [1879-1883].

Esta cabecera bien puede considerarse como pieza angular en la historia del folletín español durante el último cuarto del siglo XIX. Ganso y Pulpo decide acercarse de nuevo a ella en el primer cuarto del XXI.

Principales características

Los precios eran populares, buscando un producto para todos los bolsillos sin mermar por ello la calidad de los contenidos. Así pues, el precio del ejemplar se fijaba en un real si estabas en Madrid, un real y medio para provincias y dos reales en América. En el «Prospecto» publicado por el editor se subraya esta idea:

Fácil es publicar obras baratas cuando son de escaso mérito, porque a poca costa pueden adquirirlas los editores, pero nosotros hemos querido hermanar la baratura con la bondad, y aunque teniendo que vencer muchas dificultades lo hemos conseguido.

Si satisfacemos todos los deseos y todos los gustos y ponemos la publicación a tan bajo precio y con tales condiciones que esté al alcance de todas las fortunas, hacemos cuanto puede hacerse en beneficio del público y de las letras.

Mantener este equilibrio entre precio y calidad literaria fue posible en aras de la calidad del papel empleado para su edición. Por otra parte, la ausencia total de publicidad hace encomiable su labor.

Cada ejemplar consta de 16 páginas impresas a 3 columnas de 87 líneas cada una (272 × 194 mm), intercalando de 3 a 5 ilustraciones en el texto. Esta regularidad se mantuvo hasta 1880. Los ejemplares de cada año podían adquirise en un solo volumen de 310 × 225 mm.

No existen datos acerca de la tirada más allá de una mención a los más de 2.000 suscriptores del cuarto número del semanario. Por otra parte, son numerosos los elogios que hacia esta publicación pueden encontrarse entre las páginas de otras cabeceras de la época como El Tiempo, La Discusión, La Independencia Española o El Diario del Pueblo.

Si bien el principal contenido del semanario era literario, no se prescindió de una «Sección de actualidades» o «Revista de la semana», así como de secciones menores como «Variedades» {miscelánea donde tenían cabida artículos de carácter histrórico, geográfico, científico, poético, etc.}, «Sección festiva» o «Miscelánea». Asimismo, sus números concluían con una charada cuya solución siempre quedaba pendiente para la siguiente semana.

El contenido político nunca fue del interés de la publicación, consistiendo única excepción la cobertura informativa del golpe de estado de Pavía en 1874. Sí lo fue, y profusamente, la ilustración. Entre los distintos colaboradores se contó con trabajos de los hermanos Rico, Carlos Capuz, Galán, Severini, Toro…

Como última característica, se ha de destacar la autocensura de esta publicación, enmarcada como todas en el contexto de una rígida moral cristina. Ya en su primer número daban fe de este principio configurador del semanario:

En nuestro periódico, no tendrá cabida absolutamente nada que no esté dentro de los severos principios de la moral cristiana; no tendrá cabida una sola frase que pueda herir las conciencias escrupulosas ni ofender levemente la inocencia de la juventud.

Principales etapas

Siguiendo el trabajo de Cazzottes, se pueden diferenciar tres etapas en la vida de esta cabecera.

  • 1872-1876
  • 1877-1879
  • 1880-1883

Es la última de ellas la que más interés suscita por los cambios que comporta respecto a las dos primeras. Objetivamente pueden observarse ciertas irregularidades en la cantidad de números publicados {1880: 47 | 1882: 43 | 1883: 44}, así como la progresiva disminución del espacio dedicado a los folletines en favor del contenido ilustrado. Por otra parte, es significativa la muerte de Ortega y Frías en 1883. La calidad no parecía mermarse, pero el negocio, basado como ya se ha expuesto en alta calidad a precios populares, se demostraba insostenible.

Desde la casa editorial de Jesús Graciá se procuró dar salida a los stocks del semanario {12 volúmenes por 146 pesetas y media}, se multiplicaron los folletines como reclamo, se aumentó el número de cuentos breves publicados en cada número, se tendieron puentes hacia América en busca de nuevos lectores… pero nada de ello pareció dar resultado y con el año 1883 se da por concluida la vida de El Periódico para Todos.

Producción literaria

La producción literaria fue la gran fortaleza del semanario. Si bien podía encontrarse algún que otro poema en las secciones de variedades, la narrativa fue el núcleo central a través del folletín y el cuento.

Escritores de renombre y gran popularidad en su tiempo escribieron en sus páginas. Entre ellos destacamos aquí a Ortega y Frías, Pedro Antonio Alarcón, Fernández y González, Torcuato Tárrago y Mateos, Castelar, Baronesa de Wilson, Eduardo Palacio, Eduardo de Lustonó, Pedro Escamilla, Hartzenbuch, Julio Monreal, Ramón García Sánchez, etc.

La tendencia predilecta de estas producciones literarias se centraba en los géneros de lo fantástico y el romanticismo tardío antes que por los cuentos de corte costumbrista y realista de otras publicaciones.

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