Ganso y Pulpo

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Vida Galante

Introducción

Eduardo Zamacois, reclamado como socio por Ramón Sopena, se hizo cargo de La Vida Galante {desde el número 91 el título quedó simplificado a Vida Galante}, una revista que se publicó semanalmente desde el 6 de noviembre de 1898 hasta el 29 de diciembre de 1905, dando lugar a un total de 373 números. Era editada en papel de calidad, formato pequeño {290 × 200 mm.} y lista para ser encuadernada. Sus primeros 99 números fueron editados en Barcelona y, a partir del número 100 {30 de septiembre de 1900} se imprimió en Madrid.

En el primer número de la revista, un texto anónimo titulado «De oro y azul» deja claro el tono festivo que se cultivará en sus páginas.

«La Vida Galante cultivará el verso festivo, el cuento alegre, volteriano, la crónica que relata los amoríos y enredos más sobresalientes de la sociedad que constituye la flor y nata de las grandes ciudades… Pero sin rebasar nunca los moldes del más acendrado sabor literario, ni incurrir en alardes indecorosos ni en chocarrerías bufas de mal gusto».

Más adelante, en sus memorias Un hombre que se va… {1964}, Zamacois describe sus pretensiones iniciales:

Se pretendía crear una revista «que no fuese informativa como Nuevo Mundo ni tan “rosa” como Blanco y Negro, los dos grandes semanarios que entonces se disputaban las simpatías del público; una revista frívola que recogiese el aroma de alcoba que perfuma la literatura francesa del siglo XVIII; una publicación traviesa, con historietas de mujercitas locas y maridos de vodevil, aunque sin audacias de mal género».

Las siguientes líneas, apoyadas en trabajos críticos como Revistas ilustradas en España: del Romanticismo a la Guerra Civil, de Juan Miguel Sánchez Vigil, pretenden servir como esbozo de sus principales características.

Principales etapas

1898-1902. El tirón de Eduardo Zamacois

La Vida Galante renunció en sus inicios a colaboradores de pago en espera de cubrir gastos y Zamacois, como su primer director, se comprometió a redactarla en su integridad, como puede leerse en sus memorias Un hombre que se va…

Yo, diariamente –inventados o traducidos– escribía cuentos, crónicas, biografías, artículos de crítica, informaciones… […] De tantos desvelos, de tan calenturiento bregar con tipógrafos malos, con grabadores que no entregaban su trabajo a su tiempo, con fabricantes de papel que no servían puntualmente las resmas que necesitábamos, de todo nos compensaba el creciente auge de la revista.

He ahí el porqué de los frecuentes artículos anónimos, seudónimos y traducidos del francés {Balzac, Mendès, Baudelaire, Daudet, Gautier…}.

No obstante, en las páginas de la revista se encuentran también algunas firmas de significación germinalista {Joaquín Dicenta, Antonio Palomero…} y de jóvenes en ascenso {Benavente, Martínez Sierra, Arturo Reyes, Villaespesa…}, cuya presencia, sin revestir interés económico, puede emparentarse con el carácter libertario de la publicación. Más extraña puede resultar la presencia de trabajos de escritores de mayor renombre, como Sinesio Delgado, Alejandro Larrubiera o Juan Pérez Zúñiga, aunque todos ellos encontraron recompensa a largo plazo con su incorporación a la nómina de El Cuento Semanal.

De los esfuerzos de todos ellos se obtuvo una publicación que, amparada en el tono humorístico, el tema erótico y el motivo exótico, pretendía agitar la conciencia social de modo indirecto, mediante una burla solapada de los valores tradicionales de la sociedad. Quedando así de lado la temática político-social y siendo poco habitual la crítica literaria {excepción hecha de la teatral}, los dos principales focos de atención quedan fijados en las ilustraciones y la creación literaria.

En relación a las primeras, cabe destacar que se centran en las fotografías de actrices o modelos, las reproducciones de pinturas y las escenificaciones por actores en distintas estampas del relato correspondiente o de aventuras galantes independientes.

Con respecto a la segunda, nos limitamos aquí a exponer las firmas más asiduas en cada género, obviando las mencionadas anteriormente…

Entre los narradores encontramos a José de Cuéllar, Joaquín Segura, Tomás S. Navarro, Serrano de la Pedrosa o Alberto Carrasco. Además, se publican diversas novelas seriadas, así como cuentos de escritores extranjeros, presentados en la sección «Cuentos ajenos».

En poesía, son colaboradores recurrentes Catarineu, Francisco de la Escalera, Luis Falcato, Limendoux, José Brissa, Miguel Toledano, Manuel Soriano, Juan José Cadenas y Pedro Barrantes.

El género dramático es el menos favorecido de la revista, aunque encontramos colaboraciones de los hermanos Álvarez Quintero, Tomás S. Navarro, J. Ortiz de Pinedo o José Francés.

1902-1905. El relevo de Félix Limendoux

Eduardo Zamacois dejó el puesto de director a comienzos de 1902, descendiendo sus honorarios a veinte pesetas por artículo. Le releva en el cargo, desde el número 168, Félix Limendoux, que lleva a cabo una labor meramente continuista del modelo inicial.

De su periodo de dirección cabe destacar, quizás, la autodefensa llevada a cabo ante las continuas denuncias que tachaban la revista de pornográfica, pues ante el puritanismo predominante, sus portadas e interiores con fotos de muchachas ligeras de ropa suscitaron más de una polémica.

En este sentido, nos remitimos desde aquí a dos artículos de 1904: «Sinceridad, caballeros» {nº 275} y «La persecución contra la pornografía» {nº 281}.

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