Antonia Opisso
Antonia Opisso nació en Tarragona el 26 de abril de 1858, hija de Antonia Vinyas y Badía y José Opisso Roig, fundador del Diario de Tarragona. Así es que desde muy pequeña fue educada intelectualmente, sintiendo ella especial predilección por las Letras y la creación literaria. En 1864, por las necesidades formativas de sus hermanos, la familia se mudó a la ciudad de Barcelona.
El primer fruto de su estudio fue el artículo Sobre el teatro español moderno, premiado por la Sociedad dramática Julián Romea en octubre de 1880. Animada por este reconocimiento, concurrió al certamen convocado en Toulouse por la Academia Mont-Real, obteniendo el título de corresponsal en Barcelona de dicha Sociedad.
Tras este bautismo de fuego se incorpora a la carrera periodística y presenta su primer drama, titulado Mujeres que matan y mujeres que mueren. Este se estrenó con éxito lisonjero en el teatro Romea de Barcelona en julio de 1881 y volvió a ponerse en escena en el mes de noviembre en el teatro Ateneo de Tarragona.
Su producción dramática continuó, de acuerdo con La España moderna, con Los ídolos de barro, entregada en 1889 a Vico y de la que poco más se sabría. No obstante, debemos apuntar que en octubre de 1890 se representó una obra titulada así en el Teatro Español, pero correspondiendo su autoría al político y escritor Jacobo Sales.
Otra obra mencionada es el drama en tres actos El abismo, que según lo publicado en El Día el 16 de enero de 1893, entregó a la compañía de Ricardo Calvo.
En el plano narrativo, su primera obra fue Diario de un deportado, novela de costumbres de marcado carácter antiesclavista publicada en 1887. A ella se sumó en 1891 El grito de la conciencia.
También fueron publicados como libro dos antologías de cuentos y narraciones breves. La primera de ellas fue Rojo y blanco, en 1893, con prólogo de Antonio Sánchez Pérez. La segunda, titulada El premio gordo, se imprimió en 1925 dentro de la colección «La novela femenina».
Los relatos contenidos en estos dos volúmenes procedían de previas publicaciones en la prensa periódica. Desde 1883 puede encontrarse la firma de Antonia Opisso en diversas cabeceras, al pie tanto de artículos como de cuentos. La Ilustración musical, La Ilustración Católica, Repertorio de Buenas Lecturas o Barcelona Cómica son algunas de ellas. No obstante, el principal volumen de aportaciones se encuentra en La Ilustración ibérica y La Moda elegante (1883-1894 | 1897-1898). También publicó varios cuentos infantiles en El Camarada y La Edad dichosa.
Respecto a su estilo o preferencia estética, no cabe duda de su alineación con el naturalismo de Zola y Daudet, oponiéndose de lleno a los excesos del romanticismo. Así lo expone ella misma en su artículo La comedia humana (1884):
¿Qué se consigue con engolfarse la imaginación en lecturas fantásticas y puramente ideales? El único fruto que reportan es despertar quimeras en las imaginaciones impresionables.
Por otra parte, la recepción de sus escritos entre sus contemporáneos fue favorable. Sirvan como muestra estas líneas aparecidas en Barcelona cómica en 1894:
[Antonia Opisso] se ha colocado en la primera línea de las escritoras contemporáneas, para honra de la clase y desesperación de los que quisieran ver a la mujer única y exclusivamente consagrada a espumar pucheros y a zurcir calzoncillos.
Finalizamos este acercamiento a la figura de la escritora con algunos apuntes biográficos. Por ejemplo, que en 1885 fue secretaria de la Academia de Ciencias, Artes y oficios para la mujer, fundada por Esmeralda Cervantes en Barcelona. Aunque abondonó el puesto apenas un mes más tarde. Vivió en Montevideo, donde colaboró con El Bien, cabecera donde se publicaron también dos traducciones debidas a su trabajo: Robinson sous neige y Main de velours. A finales de 1894 envió una carta al director de La Verdad, de Tortosa, manifestando su propósito de ingresar en el noviciado del Convento de religiosas de Jesús y María, en Santander. Pocos meses después, en junio de 1895, se ordenó religiosa en el convento de Ursulinas de Niza. Por motivos de salud, en abril de 1896, fue trasladada al convento de las Salesas de Calatayud. Finalmente, falleció en Barcelona en el año 1929, completamente olvidada por periodistas y público debido a su larga inactividad.