Los Lunes de El Imparcial
Introducción
El diario El Imparcial {1867-1933} comenzó la publicación de su suplemento de variado espectro Los Lunes de El Imparcial el 27 de abril de 1874. Desde la fecha de este primer número a la de su último {2 de mayo de 1933} se publicó semanalmente con gran asiduidad {en los años noventa, intereses empresariales y las guerras de ultramar supusieron diversos altibajos}, llegando a sumar un total de 2.805 números {2.516 de los cuales con su conocida cabecera independiente}.
Objeto de numerosas imitaciones, fue un estímulo permanente para la sociedad literaria de su tiempo. A continuación, dejándonos guiar principalmente por el espectacular trabajo de Cecilio Alonso Índices de "Los lunes de El Imparcial", 1874-1933, se propone un sucinto acercamiento al mismo en sus distintas etapas.
Principales características
Quedan expresadas según sus principales etapas.
Principales etapas
1874-1879. Bajo el signo de Krause
El modelo de Los Lunes fue ideado por Isidoro Fernández Flórez, que en su discurso de ingreso en la Academia {13-XI-1898} todavía insistía en los rasgos básicos de aquel proyecto: el impulso generador universalista y el pretendido apoliticismo que habían propiciado la rápida difusión de la moda suplementaria.
Se trataba de una novedosa propuesta de reflexión sobre aspectos diversos, distanciada de la actualidad, donde coexistían secciones fijas a cargo de redactores de mesa con otras discrecionales a cargo de colaboradores eventuales y que salía los lunes por ser el día de menor flujo informativo. Su extensión inicial era de 2 páginas y, si bien en 1894 llegó a adoptar forma de magacín independiente de ocho páginas ilustradas en color, se redujo con frecuencia a una sola plana corriente.
Los principios configuradores del suplemento aparecieron en la primera plana de El Imparcial el 20 de abril de 1874. Entre otras declaraciones, se especificaba la pretensión de que la nueva sección condensara
«en artículos de regulares dimensiones, y en la forma que pueda hacer más agradable la lectura, valiéndonos para ello de escritores que tengan una competencia especial en su sección respectiva, los adelantos en los ramos del saber que más afectan a la generalidad de los ciudadanos, destinando a nuestro objeto la mitad de nuestro número del lunes, que hasta ahora venía siendo una sola hoja y desde hoy […] será número completo, sin aumentar en nada el precio de la suscripción ni el de venta».
Teniendo como soporte ideológico el krausismo promulgado por Eduardo Gasset, entendieron lo literario en un sentido extenso, presentando el suplemento como misceláneas de asuntos diversos en las que predominaba la divulgación técnica y científica, desde la ingeniería a la mera higiene. Las materias que se enumeraban en su cabecera hasta marzo de 1876, pueden entenderse más bien como una propuesta ideal de contenidos enciclopédicos:
«Ciencias.- Administración.- Tribunales.- Agricultura.- Industria.- Comercio.- Literatura.- Bellas Artes.- Viajes.- Espectáculos.- Salones.- Modas»
Como siempre ocurre, la práctica depuró el modelo, consolidando las secciones fijas más persistentes, que resultaron ser las crónicas de actualidad {«Madrid» a cargo de Fernández Flórez y la parisién «Cartas del lunes» por Ángel Miranda}, la «Revista de teatros» de García Cadena y la «Revista bibliográfica», donde se sucedieron las firmas de Manuel de la Revilla, Asís Pacheco y Patricio de la Escosura.
1879-1905. Ortega Munilla y el predominio naturalista
A mediados de 1879 se dio la primera crisis ideológica del diario, que cambió de parecer respecto al constitucionalismo alfonsino. Este cambio político, fundado en una decisión personal del propietario, Eduardo Gasset Artime, trajo consigo la escisión que dio lugar a la aparición de El Liberal. La reestructuración de la plantilla supuso que los hijos de Gasset {Rafael, Eduardo y José} se hicieran cargo de la dirección, administración del diario y las tareas de redacción. El yerno, José Ortega Munilla, se mantuvo al frente de la hoja de Los Lunes de El Imparcial hasta 1906.
El cambio introducido por Ortega Munilla {a quien además se deben cerca de 650 publicaciones en el suplemento} fue radical, pues la orientación de la hoja pasó a ser eminentemente literaria, teniendo importante presencia en sus páginas las propuestas del realismo, naturalismo y regeneracionismo. Por otra parte, también resultan rasgos fundamentales durante su dirección el nacionalismo español, la resistencia antimodernista o la lenta incorporación de los intelectuales jóvenes {Unamuno, Rodrigo Soriano, Navarro Ledesma…}.
Los años 80 se abrieron con las primicias de las Memorias del tiempo viejo de José Zorrilla y con cuatro entregas de costumbres gallegas de Rosalía de Castro {1881}. Se cerraron, por su parte, con las crónicas sobre la Exposición Universal de Barcelona. Durante toda la década destacó la predominancia de los postulados naturalistas. No obstante, Ortega Munilla, que polemizó en 1884 en defensa del naturalismo con el redactor de La Época Luis Alfonso, dio también cabida al antinaturalismo de algunas colaboraciones.
En gran parte, fue en esta variedad de estilos y opiniones donde radicó el éxito del modelo de Ortega Munilla, que llevó Los Lunes a su época dorada, invitando a colaborar, sin prejuicios de partido, a Leopoldo Alas, Campoamor, Manuel Reina, José Zorrilla, Salvador Rueda, Juan Valera, Emilia Pardo Bazán, Jacinto Octavio Picón, Sellés, José Echegaray…
La bonanza llegó al punto de que, en 1893, tras la compra de una rotativa cromotípica Marinoni, se mejoró el aspecto gráfico y el suplemento se convirtió en un magacín independiente, con medio pliego en cuatricromía. El moderno suplemento coleccionable, de menor tamaño que la hoja inicial {36 x 30 cm} y con caricaturas al estilo de las de Madrid Cómico. Este cambio, sin embargo, no dio con la fórmula adecuada y, en abril de 1894, Los Lunes volvieron al formato originario y al predominio de la información gráfica de actualidad. Por otra parte, durante esta década de los noventa, la delicada salud de Ortega Munilla supuso la necesidad de compartir la responsabilidad de la dirección con Federico Urrecha, en una época en que el suplemento se abrió a la información gráfica y se vio desbordado por la abrumadora información relativa a las guerras coloniales.
Queda por abordar un último punto correspondiente a esta etapa de la publicación: el papel del modernismo literario. Lo cierto es que hubo una gran resistencia hacia el mismo, que no comenzó a ceder hasta el año 1900, con la entrada de autores como Manuel Bueno, Martínez Ruiz, Martínez Sierra, Eduardo Marquina, Pío Baroja y Valle-Inclán. La escalonada incorporación de los poetas modernistas {Rubén Darío, Manuel Reina, Salvador Rueda…} se produjo sin dar muestras de apertura real al simbolismo hasta la llegada del wagneriano Rodrigo Soriano, animador del suplemento durante la crisis del 98.
1905-1917. José Ortega y Gasset y la reforma neorregeneracionista
La ley del descanso dominical, promulgada en 1904, trajo consigo nuevas irregularidades en la publicación de Los Lunes, que ahora debía dejarse preparado antes de la medianoche del sábado. En 1906, el suplemento parece encontrar de nuevo su regularidad, tras la sustitución de Ortega Munilla por su hijo, José Ortega y Gasset. Bajo su dirección, el suplemento alcanzó un alto nivel ensayístico, literario y lírico, con la aportación de la nueva promoción novecentista.
Encontramos firmas clásicas {Pardo Bazán, Pérez Galdós, Menéndez y Pelayo, Fray Candil, Unamuno…}, novecentistas, casticistas y modernistas admitidos tardíamente {Rafael Leyda, Enrique Díez-Canedo, Salaverría, López Pinillos, Emilio Carrere, Gabriel Miró, Felipe Trigo, Manuel y Antonio Machado, Villaespesa, Enrique de Mesa, Eugenio Noel, Juan Ramón Jiménez, Gabriel Alomar, Cansinos-Assens…}. Ahora bien, por encima de todo, predomina durante este periodo la gravedad neorregeneracionista que Ortega y otros miembros reformistas de la promoción de 1914 imprimieron en sus escritos.
La guerra europea y el desvío del filósofo hacia el semanario España, junto con sus diferencias familiares con los Gasset, hicieron que el suplemento entrase en una fase de empobrecimiento estético e ideológico hasta que en los años veinte {tras la escisión de 1917 y la competencia de El Sol} se buscaron nuevas soluciones tipográficas y empresariales.
1917-1930. La ilustración gráfica y el gran público
En mayo de 1920 Los Lunes se renovaron tipográficamente convirtiéndose de nuevo en un magacín de 8 páginas ilustradas en bitono, sin numerar, formato 36 x 26,2 cm {caja}, que se distribuía como cuadernillo encartado en el diario.
La parte gráfica podía ocupar un 30-40% de la superficie del cuadernillo y la parte escrita solía contener espacios fijos consistentes en crónicas literaria y artística, sección poética, cuento o novela corta, cuento infantil {novedad}, sección de libros y semblanzas o estampas literarias.
A partir de 1924, el suplemento recobró su forma antigua igualándose al formato del periódico.
En la sección lírica son frecuentes las aportaciones de Enrique de Mesa, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Entre los jóvenes poetas sin sensación de grupo se encuentran Mauricio Bacarisse, Pedro Salinas, Domenchina, Rafael Lasso de la Vega, Tomás Morales, Cipriano Rivas Cherif, Juan Chabás, César González Ruano, Victoriano Crémer, Gerardo Diego o Federico García Lorca.
En 1926, la familia Gasset se deshizo de la propiedad del periódico, que entró en una fase de supervivencia, pasando de mano en mano sin consolidar una nueva línea informativa.
En 1927, para mantener el ritmo narrativo del suplemento, se convocó un concurso de cuentos con un presupuesto de poco más de mil pesetas. Hubo alrededor de 700 aspirantes y de él queda sobre todo la polémica exclusión de uno de los premios especiales de quinientas pesetas {El blocaux}, sustituido por un gran recuadro en el que se leía «Este número ha sido visado por la censura».
1930-1933. Desintegración
Con la llegada del nuevo régimen republicano, Los Lunes se ampliaban con una nueva sección titulada «Libros», dedicada a reseñas críticas. La mala circulación del periódico, no obstante, hizo que perdiese a todos sus anunciantes y la liquidación de la nueva sección en el mes de septiembre.
En marzo de 1932 se inició el periodo radical de un periódico que pasó de monárquico a lerrouxista bajo la dirección de Salvador Martínez Cuenca. El suplemento sufrió constantes modificaciones, prestando mayor importancia al fotograbado artístico y a resaltar las relaciones entre artes plásticas y literatura. Se ensayó de nuevo durante breves semanas el formato de 4 páginas, sin un plan claro con respecto a los contenidos.
Tras cuatro meses de suspensión {julio a octubre de 1932}, el suplemento reapareció modernizado en su composición tipográfica y más radicalizado en sus contenidos. Abierto a la sociedad literaria in extenso, se apelaba al recurso de la sangre joven, que era tanto como una invitación a la colaboración gratuita.
La serie final, de seis números, llegó en marzo de 1933, tras la última escaramuza por la propiedad del mismo. Francisco Lucientes figuró como último director y Víctor de la Serna como subdirector, con un programa que pretendía afirmar la españolidad de la República y luchar contra su fraccionamiento… Eso sí, desde una equidistancia política que hacía de su programa republicano una potencial adhesión a cualquier totalitarismo venidero. Entre sus colaboradores encontramos a Federico García Lorca, Gerardo Diego, Miguel Artigas y José María Alfaro.
Producción literaria
Tal y como queda expresada en la sección anterior.