Ganso y Pulpo

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Rodríguez Chaves

Introducción

Ángel Rodríguez Chaves nació en Madrid en 1849, viviendo desde su primer día de existencia en el palacio de los duques de Medinaceli, ubicado en las cercanías del paseo del Prado, ya que sus padres eran servidores de esta casa aristocrática. Llegado a la adolescencia, comenzó a prestar servicios administrativos en la misma, hasta que por herencias y sucesiones se vio privado de tal empleo. Durante ese tiempo, no obstante, se dedicó al estudio de los clásicos del siglo de oro y se mostró muy aficionado al estudio de las antiguas costumbres, a las cuales acabó dedicando la mayor parte de su labor literaria.

En este respecto, se dice que formó su biblioteca y su saber rebuscando entre los baratillos de libros de la capital y que cierta veneración al ideal de la Historia le vedó escribir sin tener debido comprobante de lo expuesto. De este modo, sus romances se caracterizan principalmente por su profusa documentación acerca de los distintos hábitos del antiguo españolismo. Su fama en este género no fue poca y raro fue el periódico literario que no insertó algún cuento o artículo suyo, pues los editores recurrían a él siempre que querían evocar la vida de los tiempos castizos. Por lo visto, esta costumbre de que su nombre apareciese como recordatorio de edades pasadas, hizo común que se bromeara sobre su edad, atribuyéndole siempre edades superlativas. Asimismo, a pesar de sus amores al pasado, se dice que fue un gran entusiasta de los ideales del progreso.

De todos modos, no fue esta su única faceta literaria. En el teatro dejó varias obras, decantándose en sus últimas producciones por la zarzuela. También abordó el terreno de la poesía, donde siguió los pasos de Campoamor y Zorrilla, de quien dicen que lo presentó a Antonio García Gutiérrez como su hijo mayor. Tradujo varios textos de Victor Hugo, Renan, Heine o Hoffmann y, como labor de fondo, se dedicó al periodismo con gran laboriosidad, granjeándose entre sus compañeros de oficio, por su bondad y honradez, una simpatía generalizada.

Recorrido

Sus inicios estuvieron ligados al arte dramático, estrenando con extraordinario éxito en el Teatro Martín, la noche del 8 de abril de 1871, el drama en un acto y en verso tiutlado El amor en la ausencia, que en su versión impresa dedicó a su madre, Concepción Chaves de Rodríguez [que fallecería en junio de 1879]. A este drama se supone que siguieron Dos hojas de un libro y La flor del Vesubio, de las cuales no hemos encontrado más referencias que su título. En octubre de 1872, de nuevo en el teatro Martín, estrenó una obra original y en verso escrita en colaboración con Soriano y titulada Frente a frente. Con ella obtuvieron un éxito lisonjero, siendo llamados al palco escénico. Tras ella vino, en mayo de 1873, en el teatro de Lope de Rueda, el drama en un acto El verdugo de sí mismo, con la cual fue llamado a las tablas tras su representación. En marzo de 1874 publicó su primer trabajo narrativo, Caridad, con cuyos dos tomos se inauguró la Biblioteca de la Cruz Roja, cuyos productos se destinaban al socorro de los heridos en la guerra que enfrentaba entonces a liberales y carlistas.

Es por esta época cuando se asoció con Ricardo Orgaz en la empresa La España literaria, cuya dirección compartieron en múltiples formas. Inicialmente, redactaron y editaron el Almanaque de La España literaria para 1874, que contaba con las firmas de numerosos autores. Poco tiempo después, en el mes de mayo, iniciaron una biblioteca de obras escogidas con el tomo titulado Pequeños poemas, con versos originales de ambos autores, inspirados por el estilo de Campoamor, que fue el iniciador en España de un género breve que con tal nombre dio a conocer. En septiembre, asentada ya la asociación como casa editorial, publicaba el primer gran éxito de Rodríguez Chaves: Cuentos de dos siglos ha. Se trata de su primer trabajo de tema histórico y consiste en una colección de poesías y cuadros de costumbres del siglo XVII. Fue acogido favorablemente tanto por público como por la crítica revistera, que hablaba de la viveza y gracia de la forma y la profundidad de su pensamiento. En enero de 1875 lanzaron un periódico consagrado al examen de trabajos literarios y, ese mismo año, comenzaron la publicación de diversas traducciones. A cargo de Rodríguez Chaves estuvieron las de Por un soldado y El derecho y la ley, de Victor Hugo, en 1875; Diálogos filosóficos, de Ernest Renan, en junio de 1876; y, en octubre de 1876, Rolla, pequeño poema de Alfred de Musset por el cual fue atacado frontalmente por Clarín en El Solfeo, considerando que su pseudo-campoamorismo traía consigo un Musset pasado por agua.

Durante estos años no dejó de lado la continuación de sus proyectos dramáticos. Así, en diciembre de 1874, estrenó con acierto en el teatro Martín la comedia en un acto y en verso Las alas de cera, escrita en colaboración con Ricardo García Torres. En noviembre de 1875 la empresa del Apolo admitió su drama en tres actos y en verso La mejor cura, del que no podemos asegurar llegara a estrenarse. Por otra parte, su producción lírica estuvo presente en la prensa, apareciendo en cabeceras como La ilustración de la mujer o Revista contemporánea.

En mayo de 1877 publicó en la Biblioteca hispano-extranjera su traducción del poema de Heine El intermezzo, que ya publicara fragmentadamente en El Nuevo siglo ilustrado en 1869. Sin embargo, no es hasta noviembre de 1879 que podemos encontrar una nueva producción suya enteramente original cuando, con el título Leyendas del Madrid viejo, presentó una nueva colección de romances en verso de los siglos XVI y XVII.

Durante 1879 y 1881 colabora con diversas cabeceras de prensa como El Liceo, la revista municipal y provincial La Crónica, el semanario Crónica de la música, Día de moda o Madrid Cómico, donde su firma todavía puede encontrarse en 1905. Mientras, en mayo de 1880 publicó la novela El príncipe Carlos, con la cual se iniciaba la colección de novelas históricas «Los dramas de la historia», dirigida por Ventura Ruiz Aguilera y publicada por la casa editorial Lucuix y compañía.

Su siguiente publicación fue Páginas en prosa, en febrero de 1882, que, prologada por Ricardo Blanco Asenjo, contiene numerosos cuadros históricos y de costumbres publicados previamente en La Península. Tres meses después se hizo precisamente cargo de la dirección de este periódico por el abandono de dichas funciones por parte del diputado a Cortes Cirilo Fernández de la Hoz. Desde entonces el periodismo empieza a ocupar una parte importante de la labor de Rodríguez Chaves, pasando en los siguientes años por las redacciones de diarios como La Discusión (1885) o La Época, que abandonó en septiembre de 1891. Como colaborador, su firma aparece en numerosas cabeceras (La América, París moda o La última semana, entre otras) y, desde mediados de la década de los ochenta, comienza algunas colaboraciones con importantes empresas editoriales, algunas de las cuales mantenidas hasta prácticamente el final de sus días: La Ilustración Artística (1884-1904), La Ilustración Ibérica (1884-1886), Los Lunes de El Imparcial (1885-1907) y La Ilustración Española y Americana (1887-1907).

También comienza por este entonces su labor como cronista taurino. Firmando en La Iberia entre 1885 y septiembre de 1891 con el seudónimo Achares consiguió bastante fama entre los aficionados al toreo. En 1888 participó, además, en la novela taurina de autoría colectiva La chaquetita azul, cuyas entregas publicó El Correo Cómico. Otras cabeceras especializadas como El Toreo o La Lidia contaron también con su firma esporádica durante este periodo. En 1893, tras breve paso por El Toreo Cómico, asumió la dirección del semanario El Enano, que estuvo a su cargo hasta junio de 1901.

Sin abandonar el terreno de la prensa, también puso su pluma al servicio del folletín durante estos años. Así, en 1885 tradujo El papa, de Victor Hugo, para La República y en 1887 publicó en La Época el folletín La cuerda del ahorcado, una tradición segoviana que posteriormente se publicó junto a La hija de Miracielos, de Federico Urrecha, con prólogo de Ortega Munilla.

Durante estos años de mayor presencia en prensa, el volumen de sus producciones para librerías decayó considerablemente, publicando tan solo Mari-Juana (1884), una breve narración de carácter chistoso para la económica Biblioteca Mascota. En el teatro, tras el estreno en enero de 1886 del drama en tres actos y en verso Males del alma en el teatro de Novedades, con buena acogida por parte de la crítica, viró sus esfuerzos hacia la zarzuela. Sabemos que en marzo de 1888 se preparaba para uno de los principales teatros líricos un episodio nacional titulado La Corte del Rey José, escrita en colaboración de Francisco Torres Reina; sin embargo no tenemos constancia de su estreno. Sí llego a representarse en el teatro de la Zarzuela, en marzo de 1889, El motín de Aranjuez, escrita en colaboración también con Torres Reina y con música de Marqués.

A comienzos de los años noventa aumenta el número de cabeceras con las que colabora ocasionalmente con La semana cómica (1889-1892), El Heraldo de Madrid (1891-1895), La última moda (1893), La Gran Vía (1893-1894), Blanco y Negro (1893-1901) y algunas otras en menor medida. Mientras, en el terreno escénico mantuvo su tendencia lírica con la zarzuela Dios chico, episodio de costumbres de tiempos de Fernando VII estrenado en el Tívoli en julio de 1891 y que contó de nuevo con la música de Marqués. Tampoco abandonó su faceta de traductor, llevando a Novedades en 1892 La agonía de Colón, escrita originalmente en catalán por Victor Balaguer. En marzo de 1894 se aventuró también en el género de la parodia de la mano de José de la Cuesta estrenando en el Español Sotero Choreli, parodia del drama Severo Torelli.

En 1895 comienzan a publicarse varios cuentos suyos en La Dinastía, casi al mismo tiempo que publica Cuentos Nacionales (Episodios de 1807 a 1826), cuya docena de narraciones cuenta con ilustraciones de Cilla, Mota, Rojas y Vidal.

En marzo de 1896 pasó a formar parte de la redacción de El Imparcial, en la cual trabajó con gran puntualidad y corrección hasta el final de su vida. Este trabajo no le impidió seguir apareciendo esporádicamente en otras cabeceras del país a las que se sumaron Pan y toros, El Mundo naval ilustrado, La Revista Moderna, Bellas artes, Álbum Salón, Alrededor del mundo o La Hormiga de oro. Este año hubo de dejar mal sabor de boca al revistero taurino que tenía asiento de tabloncillo en la grada 9 de la plaza, pues Benito el Largo y Saturnino Aransáez le agredieron física y verbalmente en el mes de agosto.

El siglo XX comenzó para Rodríguez Chaves vinculado a la familia, pues en noviembre de 1900 su esposa, María Campos, tuvo que ser sometida a una intervención quirúrgica de gran complejidad. No obstante, consiguió restablecerse completamente de sus problemas de salud. En los años siguientes colaboró de vez en cuando con las principales revistas modernistas, como Nuevo mundo, Hojas selectas, Pluma y lápiz o Cosmopolita.

Por otra parte volvió a las composiciones históricas, publicando en 1902 La corte de los Phelipes, nueva reunión de romances, sonetos y quintillas acerca del Madrid del siglo de oro. En diciembre de 1903 el diario El Globo incluye entre los regalos a sus suscriptores un libro de Rodríguez Chaves titulado Cuentos de varias épocas y a comienzos de 1904 figura entre los escritores participantes en el primer tomo de la Colección de Cuentos, Frases y Regranes en acción, dirigida por Juan Cuesta y editada por Bailly-Bailliere. Entre sus últimos trabajos se cuentan las traducciones de varios cuentos de Hoffmann, en 1905, reunidos en los volúmenes Cuentos fantásticos y Retratos del natural.

A finales de febrero de 1905 se produjo la muerte de su segundo hijo, Luis Rodríguez Cantos, a la edad de veinte años, que le sumió en una gran depresión que llevó a todos sus compañeros a apuntar que el motivo de la muerte del escritor, el 14 de abril de 1907, no era otro que la muerte de su hijo dos años antes. Dejó entonces viuda y otros dos hijos: Carlos y Concepción.

Completamos estas líneas a propósito de Ángel R. Chaves haciendo constar que también se le atribuyen los seudónimos El licenciado Baches y Siebel, pero que no hemos conseguido encontrar la certeza de estas firmas en ninguna publicación. Asimismo, en sus necrológicas se alude a ciertas traducciones de Byron y Gladstone, o las novelas como El paje Sancho Sánchez y Mundus de las que no hemos encontrado referencias. Misma poca suerte hemos tenido buscando algún número de la publicación taurina Fon Tancredo, de la que hemos encontrado alusiones a que fue su director. Ossorio y Bernard dice que colaboró también en Los Niños, El Bazar y La Música Ilustrada. Hasta que podamos comprobar o desmentir todas estas informaciones, queden como nota para cualquier interesado.

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