Labor literaria
Sus inicios están íntimamamente ligados a la poesía, publicando, entre 1864 y 1865, en diversas revistas dirigidas al público femenino como La Violeta, La Educanda, El Ángel del hogar y El Correo de la moda. Atendiendo a la línea editorial de todas estas cabeceras, no es extraño encontrar que sus poemas estén presididos por un sentimiento moral cristiano. Por otra parte, en 1867 también pueden encontrarse algunos versos suyos en publicaciones periódicas como el Almanaque de El Cascabel o Gil Blas, que aportaban un tono más ligero a sus planteamientos líricos sobre lo ideal y lo bello. Prácticamente todos estos pequeños poemas, de gran diversidad genérica, acabaron formando parte, junto a otros, de Dos cuadernos. Cuadros sociales y composiciones diversas (1868), donde queda patente que la poética del joven escritor toma como modelo la de los poetas españoles del siglo XVII y que, como se apunta en La Nueva Iberia el 28 de mayo de 1868, ama la familia, la virtud, la honradez, y todos los sentimientos serios y elevados, sin los cuales no podría concebirse la existencia de la sociedad
.
Durante la década de 1870 no abandonó completamente su producción poética, pero sí quedó relegada a la publicación esporádica de pequeñas composiciones en diferentes cabeceras españolas, que van desde Revista de España o La América hasta El Mundo cómico, Día de moda o El Mundo de los niños. La única publicación lírica destacable desde entonces es La comedia de la vida, leyenda en verso publicada en junio de 1875 en el número 70 de la Revista Europea.
Durante estos años, Pedro María Barrera cultivó principalmente el arte dramático, siendo su primera obra ¿Quién es el novio?, sainete aristocrático en un acto y en verso estrenado el 21 de septiembre de 1869 en el Teatro de Verano (Circo de Paul). De él llamó la atención su intención moral (poco habitual en el género), pues condenaba el afán de bienes materiales que ciega a algunas mujeres al contraer matrimonio. A ella siguió Por un bautizo, comedia en un acto y en verso, arreglo del francés, estrenada el 8 de marzo de 1870 en el teatro Español y acogida por el público con cortés aplauso y por la crítica como medianía. Suerte similar corrió Nubes, comedia en un acto y en prosa, estrenada en el Teatro de Variedades el 7 de septiembre de 1871. Por la dedicatoria de la versión impresa a Juan de Coupigny, firmada por Perico el 24 de junio de ese año, sabemos, además de la estima fraternal hacia el autor teatral, que este juguete cómico siempre había de ser la más apreciada de sus obras para él. El 11 de mayo de 1874 estrenó en el Teatro de la Zarzuela su primera obra de este género, en un acto y en prosa, escrita en colaboración de Eduardo de Lustonó y con música de Manuel Fernández Grajal, titulada Un David callejero. La obra fue recibida con aplauso, mas nunca dejó de considerarse algo más que un pasatiempo. Su siguiente trabajo teatral también fue una colaboración, pues con Juan de Coupigny firma Moneda falsa. Se trata de una comedia en tres actos y en verso, arreglo del francés, estrenada con buen éxito en el Teatro Español el 30 de septiembre de 1875. Su argumento contrapone la libertad del marido sumiso a las leyes morales a la esclavitud del soltero contumaz, consistiendo así en una nueva apología teatral del matrimonio. Tras dos años de ausencia, vuelve con Una balsa de aceite, comedia en un acto y en prosa, estrenada con extraordinario aplauso en el Teatro Español la noche del 23 de octubre de 1877. En su versión impresa, Barrera la dedicó al actor Mariano Fernández, por cuyo encargo fue escrita y con cuya actuación acaparó la mayor parte de las loas. Apenas un mes después, el 26 de noviembre, se estrenaba con buen éxito en el Teatro de la Alhambra Verde y madura, juguete cómico en dos actos y en verso escrito en colaboración con Enrique G. Bedmar. Tras esta fue el turno de El triste Chactas, zarzuela en un acto que contó con la música de Francisco Asenjo Barbieri. La obra, si bien escrita desde enero de 1877, no se estrenó hasta el 9 de marzo de 1878 en el teatro Eslava, cosechando escaso éxito. A estos títulos deben añadirse dos más, que llegaron a la imprenta sin pasar por las tablas: Quiebras del oficio y Con marido y sin marido, ambas publicadas originariamente en la Revista Europea en 1878. La primera de ellas es una comedia en un acto y en verso; la segunda es una imitación del francés de un único acto.
A excepción de las zarzuelas, todas las piezas son de carácter cómico y transcurren en el Madrid contemporáneo. Con ellas, como ha quedado patente, recorrió prácticamente todos los teatros de la capital sin alcanzar un éxito significativo. Destaca que, dentro del género de entretenimiento, siempre mantuviera un fondo moral que, no obstante y según la crítica de sus contemporáneos, se mantuvo alejado del pedantismo dogmático. En definitiva, Barrera instrumentalizaba los incidentes cómicos de sus tramas para alabar la discreción y el decoro. La gracia en el diálogo y la fácil versificación suelen ser atributos recurrentes en las críticas de sus obras en la prensa periódica.
El campo narrativo lo tentó tímidamente en sus primeras colaboraciones con la prensa, en 1865, aunque parece no adentrarse en el género hasta pasado más de un lustro. Pasado ese tiempo lo encontramos, si bien puntualmente, cumpliendo labores de articulista, redactor de almanaques y cuentista.
De su labor como articulista destacan tres trabajos. En 1872 se cuenta entre los colaboradores de Los españoles de hogaño, donde se encarga del telegrafista. En 1873 participa en Madrid por dentro y por fuera, la guía de forasteros incautos dirigida por Eusebio Blasco. En enero de 1874 la casa editorial del señor Guijarro publicó el cuaderno 32 de las Mujeres de España, Portugal y América, correspondiente a la provincia de Jaén, debido a la pluma de Barrera.
Sus funciones como redactor de almanaques se remontan al Almanaque literario e ilustrado de La Iberia entre los años 1873 y 1875. También estuvo a cargo del Almanaque festivo para 1878 y, entre 1879 y 1882, fue responsable del Almanaque hispano-americano. En todos ellos colaboró con algunas poesías y cuentos.
Su faceta de cuentista no sólo se circunscribió a las publicaciones anuales de que era redactor, sino que se desarrolló principalmente en Los Lunes de El Imparcial (1876-1879) y La Ilustración Artística (1882-1886). Sumando algún que otro relato disperso por otras cabeceras, el total supera por poco la treintena de títulos, muchos de los cuales fueron publicados en 1885 bajo el título de El arco-iris como el tomo 102 de la Biblioteca Universal.
El papel desempeñado por Pedro María Barrera en la literatura española de fin de siglo fue sumamente discreto, en parte debido a su carrera funcionarial, que lo llevó desde su cargo de jefe del negociado de la prensa en el ministerio de Ultramar en 1874 hasta el de jefe de loterías de la dirección general del Tesoro en 1889 y el de subdirector primero del Tesoro público al final de su vida. Contando entre otras distinciones la de Caballero de la orden de Carlos III y la del Mérito militar, falleció el 8 de mayo de 1897, a las seis y media de la mañana, tras enfermedad, en su casa de la calle Ferraz. Completamente olvidado su papel literario tras una década de inactividad, murió dejando viuda y dos hijas.