Semblanza
José Ortega Munilla nació en Cárdenas {Matanzas, Cuba} el 26 de octubre de 1856, pero con apenas unos meses ya fue trasladado a España. De hecho, él siempre se consideró madrileño.
Durante cinco años cursó los estudios eclesiásticos en los Seminarios de Cuenca y Gerona, pero su vocación viró hacia el periodismo debido a la revolución de 1868 y también a unas inocentes cuartillas que publicó exitosamente en El Tiempo, periódico del cual era su padre el redactor jefe. Abandonó por tanto la carrera del sacerdocio para comenzar la de abogado, promiscuando con el periodismo en todo momento. De hecho, fue también la carrera periodística la que le apartó de su entrega sin condiciones a la creación literaria. Al respecto, puede leerse en la entrevista que le hizo El Caballero Audaz, ya citada con anterioridad, cómo sentenciaba con cierta amargura lo siguiente:
Claro que, para mis adentros, pensaba yo que cultivaría la literatura hasta el punto y hora que terminase mi carrera, pues tenía decidido entregarme a ella; ¡pero, amigo mío, el periodismo posee la seducción de una mujer bella y peligrosa!
El Caballero Audaz {1917}
Prosiguió su andadura periodística en la redacción de La Iberia y fundó en 1875, junto a su amigo Miguel Moya, una revista taurina de corta vida llamada El Chiclanero. Durante estos primeros años de carrera colaboró en otras publicaciones periódicas tales como El campo, El Parlamento, El Contemporáneo, La Patria, La Linterna, La Revista de España y La Época.
Tras un breve paso por El Imparcial como noticiero de guerra, pasó a formar parte de la plantilla de Los Debates {1878}, donde las circunstancias le permitieron publicar su cuento La cigarra como folletín, alcanzando tal éxito que acabaría convirtiéndose en su primera novela un año después.
Con la escisión de El Liberal, que hizo que El Imparcial se quedase prácticamente sin plantilla, Castro y Serrano le llamó para ofrecerle hacer las crónicas de Los Lunes de El Imparcial, que hasta la fecha firmaba Fernández Flores. Por supuesto, aceptó; y permaneció en esta redacción durante más de treinta años, siendo nombrado, tan sólo cinco meses después de ser contratado, director del suplemento cultural {1879–1900}. Más tarde, sería también director del propio diario {1900–1906}. Esta posición no le impidió colaborar en otras publicaciones, tanto nacionales como extranjeras.
Durante esta época, en el plano personal destaca su matrimonio en 1881 con Dolores Gasset, hija de Eduardo Gasset, fundador y director del periódico. Con ella tuvo cuatro hijos; entre ellos, el filósofo y escritor José Ortega y Gasset.
Por otra parte, desde el año 1898 se incorporó a la vida política, siendo elegido Diputado de las Cortes españolas por Padrón.
En el año 1902 ingresa en la Real Academia Española, con un discurso de ingreso sobre Ramón Campoamor, cuyo sillón había de ocupar.
En 1906 abandona El Imparcial a petición propia, aquejado de dolencias nerviosas sin nombre propio, pues como el mismo Ortega Munilla confiesa, la vida que ahí llevaba era «mortal»:
Entraba en mi despacho a las nueve de la noche en punto, y salía a las doce horas. Había prescindido de todo para entregarme en alma y vida a mi amor, que era el gran diario.
El Caballero Audaz {1917}
En 1909 fundó y presidió la Asamblea Reformista de la Instrucción Nacional y no es hasta 1913 que reanuda la actividad periodística. Las razones de este retorno se encuentran tanto en su mejora de salud como en la necesidad económica. En 1916 viajó a Argentina acompañado de su hijo, pero pronto volvió a España. En 1920 fue nombrado cronista oficial del Cuerpo de Correos. Trabajó de forma infatigable, retirado por consejo médico la mayor parte del tiempo en Vitoria, hasta el ataque de hemiplejía que le sobrevino en septiembre de 1922. Acabaron sus días en Madrid, el 30 de diciembre de este mismo año.
Todo muy ingenuo, muy sencillo, que así es mi espíritu; no me enterrarán con ningún tricornio, banda y espadín, sino con la chichonera, pues vivo en niño toda mi vida.
El Caballero Audaz {1917}
Labor literaria
Se inicia en la narrativa ficcional en 1878, cuando publica en Los Debates, en tres entregas, su cuento La cigarra. El éxito lector hizo que el cuento se convirtiese en novela, a petición de los editores del diario, en 1879. Este es el evento que desencadena la producción febril de Ortega Munilla, que en apenas año y medio publica cuatro novelas más.
Como muchos de los escritores e intelectuales de su generación, se encuentra bajo el influjo del krausismo. En sus primeras novelas se percibe cierto factor anticlerical y, en el conjunto de su producción, sobresale la pugna entre el sujeto y su medio, la tortura que supone el problema sin solución de la existencia.
En sus novelas se encuentran los preceptos estéticos del realismo y también cierto influjo naturalista en sus novelas. No obstante, resultan innegables el sentimentalismo y seudo-romanticismos anteriores, que retomaría en su obra tardía.
Como expone Juan Valera en sus Discursos académicos:
Sus cuentos y novelas son muy realistas, casi naturalistas a veces; pero más se advierte en ellos reminiscencias de nuestros novelistas del siglo XVII, que la imitación de Zola y los de su escuela. Acaso en las novelas del señor Ortega Munilla, sin que pierdan por ello su condición castiza y radicalmente española, y sin que sus personajes dejen de ser parecidos a los hombres vivos de carne y hueso que en nuestra tierra se usan, se nota el influjo de Balzac, y más aún el de Dickens, de Thackeray y de otros novelistas ingleses.
cfr. Bodevin {1999}
Así pues, Ortega Munilla puede definirse como un escritor castizo, de tipos españoles; fuertemente preocupado por la problemática social de su tiempo. Así, resulta recurrente en sus escritos un ambiente insano conformado por opinión y opresión. En dicho contexto, el escritor denuncia la injusticia y contradicciones que problematizan la existencia del hombre… pero sin llegar a llamar a la acción militante.
Por otra parte, él mismo admite la fuerte influencia de Balzac y Galdós sobre su obra.
Durante mi labor periodística publiqué más de veinte volúmenes. De todos ellos, el preferido por mí, mejor dicho, el que menos me disgusta, es El tren directo, novela que fue muy elogiada por Clarín. Mis dos maestros de diario estudio han sido y son Balzac y Galdós.
El Caballero Audaz {1917}
Otras influencias admitidas por el propio escritor en su prólogo a Relaciones Contemporáneas:
Yo nací al mundo del cuento bajo la inspiración de Dickens y de Pérez Galdós. A las veces pasaban por mi cerebro los relámpagos de la antigua literatura, la de Balzac y la de Víctor Hugo. Buscaba siempre una definitiva, una casa en que vivir, un país del que pudiera ser ciudadano. […] Y sin embargo, yo, que no me sentía capacitado para la ardua empresa de la creación literaria, no hubiera nunca, si no hubiera aparecido en los escaparates de Duran, la vieja librería de la Carrera de San Jerónimo, una novela que se titula Pepita Jiménez En aquella forma castiza y fácil, riente y profunda, encontré un estímulo que puso la pluma en mi mano… Valera es el culpable.
cfr. Bodevin {1999}
Ortega Munilla, que escribía con gran facilidad, recurrió asiduamente a ciertas temáticas, como la de la niñez desvalida o la de la irracionalidad en la toma de decisiones. Entre su producción se encuentran también obras consideradas «escapistas».
En su estructura estilística Ortega Munilla hace uso de figuras literarias que con evidente economía de palabras reconstruyen una acción, logran la descripción de personas, o presentan el lado humorístico de una escena, en la cual el narrador acusa agudeza perceptiva y creatividad. En una época temprana de su producción literaria se manifiesta el uso de una técnica simbolista que en algunas instancias de su aplicación conlleva imágenes y contextos de corte romántico.
El uso de la descripción en algunas de sus obras toma la característica de auxiliar de la narrativa, llegando incluso a compenetrarse con la estructura de la intriga.
Por otra parte, la percepción de lo social de algunas de las novelas de Ortega Munilla se ve acentuada por la representación del lenguaje popular, sus usanzas y coloquialismos.
Un último punto en relación a su estilo consiste en el hecho de que no es poco común encontrar mención a su particular uso de la metáfora, o a la digresión figurativa a que recurre usando la analogía como componente de su usanza descriptiva. Por su propósito, puede hablarse de un simbolismo al servicio del realismo.
En relación a su presencia en la prensa de la época, debe destacarse que Ortega Munilla fue más periodista que escritor. Ténganse en cuenta al respecto las siguientes palabras de Carlos de Batlle, pronunciadas en una conferencia en la Sorbona en el año 1904:
Hoy, desgraciadamente para los amantes de las letras españolas, el señor Ortega Munilla se ocupa casi exclusivamente de las labores periodísticas, y yo no puedo menos que confesar el profundo asombro que me causa ver que un hombre que tantas veces ha sabido triunfar en la novela, abandone tan amplio campo para consagrarse con todo el ardor de su alma, a tarea tan ingrata y obscura como la de encauzar las opiniones y juicios de la muchedumbre.
cfr. Bodevin {1999}
La mediación constante que su labor periodística ejerció en su producción literaria nos lleva a contabilizar más de 1.000 artículos y crónicas en más de 50 cabeceras de habla hispana. Una lista no exhaustiva de las cabeceras en que figura su nombre contiene El Tiempo, La Iberia, Los Debates, El Imparcial, La Ilustración Artística, La Época, La España moderna, La Ilustración española y americana, La Diana, Historia y Arte, La Vanguardia, ABC… En prensa extranjera se encuentran entre otras La Nación de Buenos Aires, El Nacional de México o Cultura Venezolana. La literatura le producía por entonces entre 8.000 y 10.000 pesetas al año gracias a la colaboración americana.
En ese punto intermedio entre la crónica periodística y la literatura, Ortega Munilla sintió predilección por las impresiones de viaje y las obras descriptivas, que llevan al lector a París, Berlín, Roma, Panticosa, Vascongadas…