Labor literaria
Zahonero fue uno de los primeros y principales difusores de las teorías zolescas en España, como puede comprobarse mediante la lectura de los artículos que publicó en 1880 en el diario La Unión y sus apuntes sobe la novela de Zola Nana {todos ellos recogidos un año más tarde en Zig-Zag: artículos y cuentos}. En esas líneas, defiende la labor del crítico literario como ejercicio de libertad, independiente de las imposiciones morales y sociopolíticas; aboga por la profesionalización del escritor, entendido como documentalista de la verdad contemporánea; y define el naturalismo como un movimiento mesiánico que ha de revelar la verdad social.
En este primer periodo de su labor literaria publica dos novelas {La carnaza y La vengadora} donde se evidencia su preocupación por la regeneración social y moral de España a través de la pedagogía. Si se atiende al prólogo de la segunda de estas novelas, observamos que Zahonero se identifica con el realismo practicado por su amigo Pérez Galdós y se declara compañero de viaje de Pereda, Palacio Valdés, Octavio Picón, Leopoldo Alas «Clarín» y Emilia Pardo Bazán.
Es en el año 1890 cuando se produce la denominada «conversión de Zahonero». El escritor se aleja del círculo literario naturalista y de su Biblioteca del Renacimiento Literario, así como abandona su producción erótico-festiva y anticlerical. Desde este momento, Zahonero se caracteriza por su creación de una literatura ejemplarizante y un teatro moral. Si bien no hemos encontrado referencia alguna en los ensayos críticos que hasta el momento hemos manejado, bien pudo influir en este viraje la muerte de uno de sus hijos a finales de ese año {como se lee en el diario La Época del 27 de diciembre de 1890}. En dicho sentido, resulta remarcable también la muerte de su hija Rosario catorce años más tarde, cuando ésta contaba con tres años de edad {como se lee en el diario El Día del 3 de septiembre de 1904}. El 7 de julio de 1908 murió su madre, Mª Ángeles Díaz Gallego.
Volviendo al tema que nos ocupa, ha de destacarse aquí también su talante polemista en los círculos literarios de su época. Participó activamente en los debates de la Sección de Literatura del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, también en los debates celebrados en torno al naturalismo en el invierno de 1881–1882 y en la polémica teatral «¿Qué es y qué debe ser el arte dramático?», desarrollada en abril de 1884 y donde contendió verbalmente con M. Cañete. En 1892 contendió con el Padre Sánchez y con Canalejas en el Congreso Literario de Madrid.
Nuestro último apunte a propósito de la labor literaria de Zahonero nos lleva a sus numerosísimas colaboraciones en la prensa, que le valieron el Premio a la Vejez de la Asociación de la Prensa en el año 1927, que recibió afirmando que el Romanticismo no había muerto, sino que vivía aún en el periodismo, y que admitía el premio entendiéndolo como gesto romántico y poético {cfr. La Época, 1 de noviembre de 1927}.
Sin pretensión de exhaustividad, casi con un simple vistazo, encontramos su firma —con mayor o menor incidencia— en más de treinta cabeceras: La Unión, La Ilustración Artística, La Ilustración Española y Americana, La Ilustración Ibérica, La Ilustración Militar, La Ilustración Nacional, La América, La Lectura, La Lectura Dominical, La Revista Moderna, La España Moderna, La Época, La Reforma, La Prensa, La Nueva Prensa, La Igualdad, La Correspondencia de España, La Gran Vía, La Lidia, Por Esos Mundos, Madrid Cómico, Blanco y Negro, Los Lunes de El Imparcial, Hojas selectas, Álbum Salón, El Progreso, El Heraldo de Madrid, Nuevo Mundo, Nuestro Tiempo, España y América, Pro Patria…
Destacó también por sus cuentos infantiles y marítimos. Ello nos lleva a encontrarlo también en publicaciones especializadas, tales como El Mundo de los Niños, Pluma y Lápiz, El Camarada, La Vida Marítima o El Mundo Naval Ilustrado.