En el madrileño Teatro Español, a mitad de una representación, se escuchan un sonoro beso y una estruendosa bofetada. Sobre las tablas, actor y actriz muestran su indignación hacia el otro, con las manos en los carrillos. Mientras el público vitorea a una y abuchea al otro, comienzan a sonar entre el patio de butacas nuevos besos y nuevos bofetones, ofensas graves que pronto hacen que todos los asistentes huyan a sus casas sin saber muy bien de qué escapan. Durante los días siguientes el revuelo trae consigo hipótesis sobre lo ocurrido, tomando fuerza el ataque de un grupo de hombres invisibles de Wells. Tras un nuevo episodio de bofetones en el Congreso de la nación, aparece en prensa un anuncio de un nuevo invento que ha de revolucionar el modo de gobierno. En la presentación pública de dicho invento, no obstante, algo se va a acabar torciendo.

Las elecciones llegan a Pluviosa y el turno pacífico ofrece dudas ante el enfrentamiento entre un conservador de largo nombre y un liberal de más encopetada nomenclatura. Cuatro alcaldes han de emprender entonces la dura tarea caciquil de mantener el orden… Ese orden que ha de cargar con los mejores condimentos sus grandes pucherazos.

El rufián Malvino llega a una posada acompañado de mujer, hijo recién nacido y dos leones famélicos con quienes intenta ganarse la vida. Durante la noche, el pequeño, tremendamente enfermo y débil, no cesa en su llanto y, el resto de maleantes, molestos por el ruido, consiguen que la pobre familia sea expulsada a la fría calle… Ahora bien, Malvino sabe cómo acabar con el mal corazón de los concurrentes.

Tío Bruno está acabado. Ya viejo, después de toda una vida sirviendo al amo en la mina, se encuentra solo en la miseria. El fuerte viento viene a buscarle y, por casualidad, acaba llevándole hasta la casa del amo. Este, sumido en riquezas ganadas con el sudor de otros, se encuentra también solo y abandonado. Su encuentro representa un caso de conciencia. Los hechos pesan en el gatillo.

Al señor Melanio lo lleva preso la benemérita. Su crimen: apropiarse de liebres ajenas para alimentar a su familia, que ahora le acompaña para despedirlo por una buena temporada. Junto a él protesta hasta el final Piltrafas, su perro, incapaz de resignarse a la separación de su amigo y amo.

La impaciencia del emperador Justiniano resulta ya inaguantable, y es que todavía no sabe si sus misioneros han conseguido el objetivo que les había encomendado… Ha llegado el momento de dejar de enriquecer a Persia; ha llegado el momento de conseguir que en el Imperio todo vaya como la seda.

La presente «historia romántica» queda contextualizada por el mundillo de los escritores de folletines y novelones trágicos, tormentosos y criminales… y plantea de un modo conciliador la preponderancia de la belleza del corazón sobre las superficiales bondades de una cara bonita.