Ganso y Pulpo

cherryblossomuk.co.uk

Catálogo

  • Imagen de cubierta ¡Noche de Reyes!

    Cuento navideño donde el regalo más esperado es el amor correspondido.

    Nieva con abundancia en Lugareda. Por el camino helado se acerca el doctor Prieto, que llega por fin a su casa. En ella le recibe la jarana de panderos y rabeles tañidos al amor de la lumbre del hogar. La tía Sátrapa se encarga de ultimar los detalles de la cena, ayudada por Periquín, el hijo pequeño del médico. También se encuentra en la casa Bastian, el hijo mediano, y Engracia, la hermana mayor. Quizás movida por los recuerdos de su fallecida madre, es ella quien se muestra más proclive a la tristeza en el marco de tanta alegría. Con sus quince años, es de una belleza humilde, que bien reconoce en ella el bueno de Pablo, hijo de una prima del doctor. Mientras los más pequeños especulan sobre las dádivas que los Reyes Magos han de traerles, ella dejará su zapatito en la ventana a instancias del joven, que le asegura que algo han de dejarle en él esa noche también a ella, por muy mayor que se haya hecho ya.

  • Imagen de cubierta Los Reyes Magos

    Cuento donde el mejor regalo navideño es la salud de los más queridos.

    Es la víspera del día de Reyes, en la casa de Eduardo y Luisa la alegría de su familia no puede ser mayor. Su hija Margarita, de seis años, y su hijo Toñito, de cinco, se mueven alegres e inquietos por la casa. Esperan con especial emoción la llegada de su tío Luis a cenar, pues parece tener conocimiento directo con sus majestades y él es la persona más apropiada para saber cuándo llegarán y qué espléndidos regalos cabe esperar. En la mesa del comedor también se sienta don Pascual, empleado de Eduardo, y una señora amiga de Luisa. La conversación se centra en las esperanzas de cada uno de ellos y, cuando por fin llega el tío Luis a los postres, el bueno de don Pascual tiene la mala pata de contar la historia de un niño que murió de crupp en menos de cuatro horas desde el primer síntoma. Esa misma noche, Luisa se enfrenta a la repentina enfermedad mortal de su hijo.

  • Imagen de cubierta Cómo murió Napoleón

    Cuento trágico de Nochebuena que critica la gestión de los asilos infantiles.

    Esta es la historia de un niño de diez años que se gana la vida vendiendo churros y sin robar a nadie. Se trata de un Napoleón honrado y respetable, aunque responsable de ciertas picardías como apedrear perros, echar mazas a las mujeres o silbar a los cocheros del tranvía. En ocasiones va acompañado de Curro, Currito y Curruelo, jóvenes militares que suelen darle el sobrante de sus ranchos cada noche. Ellos son los que le dicen, al verlo el día de Nochebuena con una bandeja llena de churros, que no venderá ni uno. Obstinado, el niño lo intenta, aunque sin éxito. Ya de noche, atenazado por el hambre, gasta las pocas monedas de cobre que tiene en el bolsillo en copas de aguardiente. Después, con el frío arreciando, Napoleón camina con la modorra del borracho hacia el cuartel…

  • Imagen de cubierta Los titiriteros

    Cuento que narra la desgraciada actuación de un grupo de titiriteros en un pueblo de Aragón.

    Tras un exordio acerca de sus impresiones acerca de los titiriteros, volatineros o gimnastas, que van ganándose la vida miserablemente de pueblo en pueblo y de feria en feria, Lustonó se centra en la narración de un drama que dice haber presenciado en una pequeña población cercana a Zaragoza. A esta localidad llegó por las fiestas en honor a la Virgen del Pilar una comparsa de cuatro adultos y un niño de cuatro años. Saltaban como felinos, trepaban como lagartos e incluso uno de ellos se revolvía y descoyuntaba como una culebra. Ahora bien, el más chico también debía hacer negocio y procurarse un porvenir, por lo que era mortificado frecuentemente. El mayor de los piculines, borracho por el tinto ofrecido por los paisanos, decide que el número de cierre serán unos saltos mortales ejecutados por el pequeño…

  • Imagen de cubierta La niña perdida

    Cuento donde la inocencia infantil se ve corrompida por la conducta de sus mayores.

    Federe, hijo del conde de Lupus, es un niño siempre palpitante de expansiva alegría. Una noche, su padre le invita a ir a los jardinillos, dándole una peseta y concediéndole libertad para correr a su antojo y asistir a una función de «Fantoches». Así pues, ambos salen para allá junto al perro Moro. Mientras el conde pasea tranquila y solemnemente con otros personajes, mostrándose ante las gentes como corresponde a su nombre, Federe se topa con una niña que, parada y llena de miedo, no se atreve a dar un paso ante su perro y rompe a llorar. Consigue calmarla, ofreciéndose a llevarla hasta su madre. No obstante, la custodia de la niña es responsabilidad de una tal Lola, de quien teme sus castigos físicos. Federe y la niña perdida congenian, comparten merengue y asisten juntos a la función teatral. A la salida, se encuentran con el conde de Lupus, a quien la niña reconoce como su papá flamenco, el que hace regalos a Lola. Confuso en principio, emplea su autoridad para desacreditar a la niña. De vuelta a casa, Federe sigue preocupado y sin comprender, mientras su padre vaticina que se trata de una niña perdida. Los breves instantes de libertad de los niños quedarán siempre en la memoria.

  • Imagen de cubierta Dios sabe lo que se hace

    Relato de búsqueda de sentido ante la muerte infantil.

    Al volver a casa tras una noche superflua en un baile de máscaras, al narrador de esta historia le espera una pésima noticia: Rosita, la hija de su mejor amigo, agoniza víctima de una terrible anemia, aún no cumplidos los ocho años. Sin esperar un momento, se reúne con la desdichada familia, acompañándoles en el momento fatal. Aun siendo Luisa, la madre, ejemplo de honradez; y, Ricardo, el padre, el compendio de todas las virtudes varoniles, no pueden evitar imprecar a Dios desde el dolor inmenso que les supone la muerte de su hija. El amigo, aturdido en tan pocas horas por tantas y tan diversas emociones como caben entre un baile de máscaras y la muerte de un ángel, cae en una indefinible sensación que le hace creer que su alma asciende por el espacio ante la presencia de Dios. De este modo, lo que se había atrevido a considerar como una caprichosa injusticia, se convierte en muestra de sabiduría y misericordia: Dios estaba dispuesto a devolver la vida a Rosa si sus padres la rescataban con la suya, si eran capaces de morir por ella.

  • Imagen de cubierta ¡Un millón!

    Cuento donde se imbrican amor y bienes materiales.

    A Manolito le espera una noticia fatal en el amanecer del nuevo día: su abuelita acaba de fallecer. El niño, huérfano de padre, había encontrado en ella refugio tras tan gran pérdida. Con el trato cercano, Manuel se convirtió enseguida en el nieto predilecto de la señora, mientras se encontraba siempre rodeada del resto de la familia por la promesa de sus riquezas. A Manuel, sin embargo, nunca le movió ningún interés material más allá de una caja con incrustaciones de nácar y raíz de olivo de su abuela. Llegado el momento del reparto de la herencia, esta será el único bien que le sea legado al niño, si bien el resto de familiares se reparten todo un millón. El joven, conmovido y sin fijarse en lo exiguo de la herencia, encontrará que los cajones del mueble encierran más de una sorpresa.

  • Imagen de cubierta El grano de centeno

    Brevísimo relato que pone de manifiesto que en ocasiones buscar el bien trae consigo nefastas consecuencias.

    Un padre y un hijo van paseando tranquilamente. De repente, el pequeño se encuentra con una hormiga que ha de vencer un obstáculo tras otro para llevar un grano de centeno a la despensa de su hormiguero. Resolutivo, el niño decide ayudarla, cogiéndola con cuidado entre sus pequeños dedos y protegiéndola de toda adversidad. Gracias a este simple gesto, el niño consigue su propósito de hacer llegar a la hormiga sana y salva a las galerías de su hormiguero junto al pequeño grano de centeno. Sin embargo, como bien hace observar el padre que relata este suceso, el niño ignoraba en todo momento que, en ocasiones, la búsqueda del bien trae consigo consecuencias mucho peores que el mal observado inicialmente.

  • Imagen de cubierta La Semana Santa de Pascualín

    Cuento que narra la semana de pasión de un niño mísero de las calles de Madrid.

    Pascualín es un niño en que todo es miseria y palidez a excepción de sus dos ojos, llenos de luz. El Domingo de Ramos se encuentra a la entrada de la catedral, embelesado con una de las palmas de un puesto ambulante. El caballero que la compra, conmovido y bondadoso, se la acaba regalando. En ese momento, el niño está lejos de pensar que todo su gozo no es más que el inicio de su particular vía crucis. Cada una de las principales etapas de la Pasión de Jesús de Nazaret encuentra su correlato en la experiencia del pobre niño: la tentación de Getsemaní, el prendimiento, las negaciones y el canto del gallo, la humillación y el martirio de la corona de espinas… No hay momento que falte, ni siquiera el Sábado de Gloria.

  • Imagen de cubierta El buey de barro

    Cuento navideño en que un huérfano sin hogar busca el calor de un buey de barro, robado en la casa de un rico.

    Perico es un niño mísero y vagabundo que, llegado el invierno, se ve amenazado de muerte por el hambre y el frío. Con el recuerdo de una Nochebuena en que un caparazón de pavo con media pechuga le cayó del cielo, busca en una aldea igual suerte este año. Pero sólo encuentra a unos niños montando un Nacimiento y, enterado de su significado, se queda prendido de ese buey que calienta al Niño-Dios. En lo peor de la noche, decidirá ir a buscarlo.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver Política de cookies
Privacidad