El sufrimiento de una marquesa ante la enfermedad que está privando a su hija de la vista sirve en este cuento para explorar los límites de un remordimiento, no del todo merecido, que ante la ineficacia de la ciencia acaba decantándose por sacrificios nacidos de la emoción.

Llena el vaso, lo bebe con ansia, una gota que siempre queda en el fondo. Y vuelta a repetir, en una sedienta espiral que se proyecta en infinito, reconocido ideal que nunca se ha de alcanzar.

Los examinandos del Conservatorio acometen una pieza de Chopin, uno tras otro, en busca del premio del jurado y el reconocimiento del público. Lo extraordinario toma lugar al final de la velada, cuando el piano acomete con la mayor armonía posible la ejecución de la pieza, sin manos que lo toquen. Ante la atónita mirada de todos, el piano continuará con su bello arte incluso una vez deshecho en piezas.

Las «fotografías instantáneas» que componen este relato del naturalista López Bago resultan un satírico retrato de la clase política española del periodo de la Restauración monárquica. La descripción de una sesión cualquiera del Congreso de los diputados pone de manifiesto la apatía y la impostura predominantes, perfecto caldo de cultivo para la corrupción de todos los ideales.